Skip to main content

Por Giovanna Díaz

Estás en el microbús, en el taxi o, si tienes suerte, en tu propio carro rumbo a la chamba. De lunes a viernes enfrentas la modorra, el tráfico, el calor o el frío y el malestar de la gente en la calle. ¿Qué sucedería si, además de todo lo que pasa a tu alrededor, es para ti un martirio afrontar tu día laboral?: Quizás tu jefe es un maltratador o un inútil. Tal vez no entiendes hacia donde apunta la empresa en la que laboras. O, simplemente, nadie te hace caso. Tus superiores no le prestan atención a tus ideas y, además, observas cómo los nuevos ascienden a espacios y rangos privilegiados cuando tú -un profesional capacitado, creativo y empeñoso- desde hace años continúas en el mismo puesto. Para ti el trabajo no es el lugar soñado. Todo lo contrario: detestas a la institución y sientes que estás ahí porque “de algo hay que vivir” o “porque ya te acostumbraste a cumplir por cumplir”.

Te cuento que tu caso es el de muchos. Una encuesta del 2020 realizada por Ackermann International detalla que solo el 24% de personas son felices en el trabajo. Felicidad, qué bonita palabra. Es ese estado que todos queremos alcanzar. Y bueno, se puede estar bien en la chamba si se alinean varios factores, pero básicamente hay un pilar que sostiene la relación entre la o las cabezas de una institución y sus colaboradores. Se trata de la cultura organizacional. Básicamente tiene que ver con la personalidad, las normas, principios o valores por los que se rige una empresa. Muy gaseoso el concepto.

Hablando de gaseosas miremos a Coca Cola. Esta compañía tiene por cultura organizacional la promoción de valores como el liderazgo, la colaboración, la integridad, la responsabilidad, la pasión, la diversidad y (ante todo) la calidad. Se supone, además, que Coca Cola es felicidad. Eso es lo que prometen tanto para su público interno como externo. La empresa de tecnología Adobe, por ejemplo, orienta su cultura organizacional más a la creatividad. Los jefes son couches, no hay sanción por el error y se motiva la presentación de proyectos. ¡Suena tan bonito! De acuerdo a quienes laboran en esos lugares al parecer sí es cierto todo lo que proyectan.

Entonces sí se puede ser feliz en un trabajo, pero cómo alcanzar ese estadío, cómo motivar a la gente, cómo hacer que sientan realmente, de corazón, que la empresa es también su empresa, que los logros de la institución son también sus logros y que, sobre todo, su opinión sí importa, sí es escuchada y que sus propuestas sí se pueden visibilizar. ¿Cómo lograr eso?

Bueeeeeno… si las cosas andan muy mal en el lugar en donde trabajas entonces mejor escucha al abogado y empresario mexicano Gustavo Huerta, fundador de la aceleradora BlueBox Ventures, quien comenta en un TED que es necesario destruir la cultura organizacional de una empresa. Sí, destruir.

“Cuando una empresa coloca sus valores en una pared, significa que no los vive. Los valores no se pueden escribir, los valores se viven”, dice Huerta y creo que está en lo cierto. Además, surgen varias preguntas alrededor de su discurso: ¿Hacia dónde apuntas como organización? ¿Tu enfoque es el dinero? ¿El éxito? ¿La fama? ¿Quieres ser reconocido? ¿Ser portada de Forbes? ¿Quieres empaquetar en un bonito sobre tu empresa para luego venderla? ¿Cuál es el corazón de tu marca?

Esas interrogantes debería planteárselas no solo las cabezas de una empresa, sino también los colaboradores o trabajadores. Centrémonos: hay jefes, hay colaboradores, hay proveedores y están los consumidores. Por lo pronto, cuatro tipos de públicos. ¿Cómo hacer que una institución proyecte una cultura organizacional real, positiva y feliz? ¿Cómo lograr que todos los públicos encuentren plenitud?

Antonio Arranz, ceo de DHL en México, plantea algunas respuestas en este video. Les adelanto algo: él propone que la cultura organizacional debe centrarse en las personas, en sus sueños, en su bienestar real. No en el éxito corporativo, no en cifras duras, no solo en ganar y ganar dinero. Las personas son el capital más importante del mundo. Aquí el TED de Arranz:

“Somos personas, tenemos una sola vida. Hay que pensar que tenemos una sola vida, que queremos vivir lo mejor que podamos”, dice Arranz. Cuando la empresa se preocupa por el trabajador, cuando pone en relieve sus ideas, cuando los valores de la organización conversan con los valores de los diferentes públicos a los que apunta, cuando hay interés real por la personas, cuando las marcas se humanizan con honestidad, solo entonces se empieza a dibujar la felicidad en el trabajo y, obviamente, el equipo laboral hará felices a los clientes. Me das, yo doy. El amor no es amor sino es recíproco.

Además, vamos con un último dato, un trabajador feliz es hasta 40% más productivo y 80% más creativo e innovador, según la encuesta de Ackerman International. Imagina esto: de pronto las cosas cambian en tu trabajo: te escuchan, te toman en cuenta y ponen en práctica tus propuestas. Además, se interesan porque estés bien, porque te sientas cómodo. Tu jefe ya no destroza tus ideas. Al contrario, las abraza.

Entonces, tú sientes que todo cambia, afrontas el día de manera diferente. Hay tráfico sí, pero nada podrá perturbar lo bien que te sientes. Ni el bullicio de la calle, ni las malas noticias que se filtran por la radio, ni las portadas incendiarias de los periódicos. Llegas a la chamba y es como si llegaras al lugar soñado. Te sientes agradecido de estar ahí. Eres importante, eres persona, eres humano.